EL TRABAJO CON COMUNIDADES REQUIERE DE FUERZA FÍSICA Y ESPIRITUAL




Escrito por: Dayana Neira

dayana.neira@fucaicolombia.org


Esta profunda frase me dio la bienvenida al equipo de Fucai, la cual se ha vuelto una verdad innegable en mi experiencia. En este artículo, compartiré cómo esta experiencia me ha llevado a comprender la importancia de ambas dimensiones y cómo han moldeado mi enfoque profesional.

La fuerza física es un requisito evidente para trabajar en el campo. Las jornadas extensas, a menudo en lugares remotos y distantes de las comodidades urbanas demandan resistencia física. Significa estar dispuesto a bañarse en duchas rústicas, cruzar puentes de troncos de árboles, caminar largas distancias en la selva y viajar durante horas por río. Sin embargo, esta fuerza física es solo la superficie de lo que realmente se necesita.

La fuerza espiritual es el componente menos visible pero igualmente crucial del trabajo con comunidades. Aquí es donde entramos en el corazón de la experiencia. Es necesario romper esquemas no solo en términos de adaptabilidad física, sino también de comprensión y empatía hacia la cultura y las creencias de las comunidades con las que trabajamos. Significa escuchar los gritos de resistencia, que no discriminan por edad, y que unen a las personas en un espíritu de lucha y resiliencia. También implica conectarse con los ancestros y entender la importancia de las tradiciones ancestrales en la vida de estas comunidades.

En mi trabajo con Fucai, he tenido la oportunidad de desafiarme a mí misma en todas estas dimensiones: física, espiritual y profesional. Por un lado, he aplicado teorías y enfoques de gestión de proyectos desde una perspectiva etnocentrista. Esto implica comprender las necesidades y prioridades de las comunidades indígenas en Colombia antes de formular proyectos sociales. También significa reconocer que antes de impartir talleres sobre cualquier tema, es fundamental destinar un espacio para la espiritualidad y la conexión..


Además, trabajar con estas comunidades me ha permitido sumergirme en su contexto y mirar los problemas globales desde una perspectiva diferente. Por ejemplo, el proyecto "Ecología, Cultura y Deporte para la pervivencia de niños y jóvenes indígenas de la Amazonia colombiana" busca abordar las altas tasas de suicidio adolescente. Lo hace desde tres enfoques fundamentales: la cultura, el deporte y la agroecología.

En el aspecto cultural, el proyecto fomenta el orgullo y la identidad cultural entre los jóvenes indígenas, involucrándolos en danzas ancestrales y actividades que les ayudan a conectarse con sus tradiciones. En cuanto al deporte, se promueve la participación en torneos regionales, lo que no solo mejora la salud física, sino que también crea un sentido de comunidad y pertenencia. Y en el ámbito de la agroecología, los jóvenes aprenden sobre el valor de la selva y su papel como protectores del medio ambiente. Este proyecto ha tenido indicadores de impacto altamente positivos y ha cumplido con su objetivo principal, disminuir las tasas de suicidio adolecente en las comunidades indígenas de Nazareth, Loma Linda, Santa Sofía, Nuevo Jardín y Arara.

Trabajar con comunidades indígenas es un recordatorio poderoso de que el desarrollo no es solo sobre la construcción de infraestructura o la implementación de programas, sino sobre el respeto mutuo, la colaboración y la pervivencia de la diversidad cultural. He aprendido que el trabajo con comunidades va más allá de la mera ejecución de proyectos; implica una profunda conexión espiritual y un respeto genuino por las culturas y las personas con las que trabajamos. La fuerza física nos lleva al campo, pero es la fuerza espiritual la que nos permite construir puentes entre diferentes mundos y crear un impacto real en la vida de las comunidades que servimos.



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