La educación, un derecho que muchos gozan y otros añoran.
Por: María Xiliana Molina
La educación es un derecho fundamental en todo ser humano, se considera el principal impulso para lograr el desarrollo y uno de los instrumento más eficaz para reducir la pobreza, mejorar a la sociedad e ir logrando la igualdad y la inclusión social. Lastimosamente en el Departamento de la Guajira, específicamente en las comunidades wayuu la realidad es otra.
Recibir este derecho es una incertidumbre con la que han vivido los niños y jóvenes wayuu desde hace mucho tiempo, ya que en la mayoría de comunidades indígenas en el sector rural disperso no todas las zonas cuentan con escuela en sus rancherías y deben desplazarse hasta la comunidad más cercana (en realidad la más cercana está alrededor de tres o cuatros kilómetros) donde puedan recibir sus clases y además tomar la alimentación que no tienen en sus casas, aunque muchas veces el PAE no alcanza a cubrir las necesidades nutricionales de la población que lucha por tener los derechos mínimos constitucionales.
Recorriendo el territorio, esto se refleja en la infraestructura de las Instituciones educativas, cuando existen, pero también en la falta de estructura que cubra las necesidades de la población en el territorio. Si el análisis lo hacemos ahora en la conectividad y la electricidad no logra a cubrir ni el 10% del territorio, al mismo tiempo que las instituciones no disponen con recursos tecnológicos no usan tables o computadores, más del 80% de las escuelas o instituciones educativas no tienen ningún tipo de herramientas de conectividad y lo más importante y vital para cualquier persona, no cuentan con un suministro de agua potable y las baterías sanitarias son inexistente o no funcionan. Esta discriminación y vulnerabilidad de los derechos humanos hacen que las poblaciones indígenas en la zona rural dispersa, pierda el interés de seguir educándose o sueñe con acceder a una educación formal profesional.
Es una cadena de eventos desafortunados que perpetúa la pobreza, la discriminación y la desesperanza en una región que lo único que tiene seguro sobre sus cabezas es el inclemente sol que azota sin piedad sus pasos por el desierto.
Aquí cabe resaltar y decir una y otra vez, que esos mismos pasos son los que día a día intentan llegar a las escuelas antes de que el sol se vuelva inclemente pues no tienen transporte escolar o en el mejor de los casos, arriesgan sus vidas en frágiles motos que balancean hasta 6 niños y dos adultos por los tortuosos senderos destapados de las trochas. Es una agonía tanto para ellos como para sus cuidadores, ya que, cuando se hace presente el fenómeno del niño el sol se vuelve terriblemente caluroso y es agotador. Cuando este cambia todos guardan la esperanza de que se haga más liguera la caminata hasta sus Instituciones, pero lamentablemente el fenómeno de la niña viene acompañado de fuertes lluvias y con ellas el mal estado de las vías, el crecimiento de los ríos y arroyos, todo esto impidiéndoles el traslado hasta sus destino y aumentando las enfermedades respiratorias.
“A todo esto se le agrega, que no todas las Instituciones acogen a los niños de otras rancherías de la mejor manera, pues en algunas existe la preferencia a favor de los que son pertenecientes de la comunidad donde se encuentran las Instituciones, son los primeros en recibir las regalías y beneficios que llegan, cuando deberían ser repartidas por igual.
Hace unos años atrás en mi comunidad contábamos con una escuela, pero por falta de recursos económicos para el pago de la docente, se tuvo que trasladar a la comunidad vecina, en nuestra Institución prevalecía la igualdad “Esto lo manifiesta Fanny Aguilar, líder de la comunidad wayuu Loma Fresca” Un poco triste y a la vez esperanzada en que en su comunidad muy pronto puedan reabrir su escuela, por lo que ahora hay personal preparado que residen en su comunidad.
En varias ocasiones se ha hablado del PAE para las Instituciones Etnoeducativas, pero en realidad no a todas les llega este complemento y cuando llega es insuficiente para saciar las necesidades de un niño que vive con hambre en su casa y que se desplaza hasta la escuela por su cuenta, en ocasiones no cuentan con restaurantes escolares una dificultad más para esos jóvenes.
Hay que recordar que en la Sentencia T-302 de 2017 hay un apartado especial que hace mención a la educación, no solo por la orden de garantizar el acceso al agua potable, incluso en las aulas de clases, sino por que ordena garantizar la atención alimentaria vía PAE de esta población, lo mismo que el mejoramiento de vías para que puedan legar con seguridad a las aulas y de estas a sus hogares.
La falta de eficacia, pero sobre todo de articulación del gobierno nacional, departamental y territorial ha acrecentado los diferentes problemas a los que se enfrentan los niños y jóvenes y que no se vea una solución urgente como se requiere.
Con la misma esperanza de Fanny la líder wayuu, esperamos que los problemas tenga una pronta solución y el ECI en el que se encuentra sumido el departamento logre erradicarse de manera inmediata. Se necesita en el tema educativo, la infraestructura, la alimentación escolar tema vital para los escolarizados y garantizarles calidad en su alimentación escolar y un medio seguro de transporte que reduzca de deserción escolar a lo largo y ancho de la península.
Urge que la igualdad se vea en las zonas rurales dispersas y que el departamento comience a generar profesionales especializados y capacitados que muevan la economía interna.
Es el momento del cambio y es el momento para que el departamento tenga una nueva perspectiva frente a los retos educativos y las generaciones que crecen bajo este inclemente sol sean generadoras de una cambio justo y responsable frente a la transición energética.
Veeduría ciudadana para la implementación de la Sentencia T-302 de 2017.