Niños Indígenas Piapoco: Identidad, Cuidado y Libertad para un Futuro Fuerte y Feliz

Por: Ruth Chaparro

El sol nacía lento sobre las sabanas del Vichada, tiñendo de dorado las aguas del Río Cadá. La brisa llevaba consigo los murmullos de la comunidad piapoco, donde los niños y jóvenes despertaban con la ilusión de un nuevo día de aprendizajes. Así transcurrió un año de trabajo intenso en el Resguardo Indígena Saracure, un proceso que tejimos juntos con hilos de cultura, cuidado y esperanza.

Las comunidades indígenas Piapoco y Sikuani en el Resguardo Saracure Río Cadá, ubicado en la extensa y aislada región de Cumaribo, Vichada, aislado por falta de vías y medios de transporte enfrentan enormes desafíos. El difícil acceso a programas y servicios  de salud y cuidado y protección de niños y jóvenes y las amenazas ambientales por deforestación y cambio climático han colocado a las comunidades en una situación de vulnerabilidad. La inseguridad alimentaria, la pérdida de tradiciones culturales y la falta de oportunidades ponen en riesgo la identidad cultural y el futuro de los niños y los jóvenes. En este contexto, surgió este proyecto como respuesta a las solicitudes de las comunidades indígenas, buscando revitalizar su cultura, mejorar la nutrición infantil y fortalecer la protección de los menores.

Bajo la guía de tres gestoras comunitarias Luz Dary, Martina y Gladys, formadas con esfuerzo y dedicación, 394 menores de siete comunidades encontraron un refugio seguro donde jugar, aprender y soñar. En un territorio donde las dificultades abundan, estas mujeres valientes rompieron barreras y desafiaron costumbres que muchas veces limitaban su voz. Hoy, son líderes reconocidas, capaces de hablar en público, dirigir reuniones y movilizarse por su tierra con seguridad.

Uno de los pilares del proyecto fue el acompañamiento y la formación a las familias y autoridades. Madres, padres, docentes y autoridades abrieron su corazón y sus hogares para mejorar el cuidado de sus hijos y minimizar los riesgos que enfrentan a diario. En este proceso, aprendimos que el bienestar de un niño no depende sólo de la comida o el abrigo, sino también del amor, el respeto y la protección.

El peso y la talla de los menores de seis años nos mostraron una realidad que no podía ignorarse:

La desnutrición acechaba con fuerza. Los casos más críticos fueron remitidos al hospital, pero lo más sorprendente fue ver cómo, con pequeños cambios en la alimentación y el cuidado, muchos niños lograron recuperar su energía sin salir de su comunidad. El conocimiento ancestral y la orientación nutricional se unieron para devolverles la vitalidad.

Pero el bienestar no solo se mide en cifras. La alegría de los niños al danzar sus tradiciones, al jugar como lo hacían sus ancestros o al dar forma a sus primeras artesanías fue un testimonio de resistencia cultural. Cada canto y cada juego fueron semillas sembradas en su identidad, fortaleciendo el orgullo de pertenecer a su pueblo.

Con el mismo espíritu de siembra, se impulsó el cultivo de 6000 palmas como la cucurita, la manaca y el chontaduro. Estas especies, fundamentales para la biodiversidad y la alimentación, estaban desapareciendo. Ahora, cientos de plántulas han sido plantadas, un compromiso vivo con el futuro de la tierra y su gente.

Las charlas sobre prevención del embarazo adolescente, el matrimonio infantil y la violencia intrafamiliar abrieron espacios de diálogo donde antes solo había silencio. Se sembraron dudas, reflexiones y, sobre todo, la certeza de que hay otros caminos posibles para los jóvenes de Saracure.

Hoy, al mirar atrás, podemos celebrar los logros: gestoras empoderadas, familias más unidas, niños mejor alimentados y con un renovado amor por su cultura. Pero también sabemos que el camino apenas comienza. La geografía desafiante, la escasez de servicios básicos y las amenazas sociales y ambientales nos recuerdan que el esfuerzo debe ser sostenido y sostenible.

Queremos expresar nuestro profundo agradecimiento al Cabildo Gobernador, por su compromiso con la niñez y la juventud del resguardo, y al equipo técnico de FUCAI, cuya entrega y dedicación hicieron posible este proyecto. Un reconocimiento especial a Adán, quien coordinó permanentemente todas las actividades con un enfoque metodológico e intercultural; a Daniela, cuya creatividad como diseñadora enriqueció el proceso; a Mailena, nuestra nutricionista, por su aporte invaluable en la recuperación nutricional de los niños; a Luis José, técnico bilingüe, por facilitar sus conocimientos interculturales sobre la nutrición; a Oriana, antropóloga, por su mirada sensible y rigurosa en el análisis del contexto a Giovanny nuestro conductor por superar los desafíos de largos caminos con trochas interminables donde cada paso nos recuerda el olvido y el aislamiento que afrontan las comunidades de la región.

Finalmente, nuestra gratitud al Vicariato Apostólico de Puerto Gaitán por recomendar este proyecto y a Kinder Mission Werk por su apoyo financiero y su confianza en este proceso, permitiendo que los niños y jóvenes del Resguardo Indígena Saracure puedan seguir tejiendo su futuro con dignidad y esperanza.

El río sigue su curso, las semillas brotan y las voces de los niños resuenan con fuerza. En el corazón de los llanos orientales, la esperanza ha echado raíces, y con cada paso dado, reafirmamos nuestro compromiso de seguir tejiendo juntos un futuro digno para las generaciones por venir.

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